miércoles, 23 de enero de 2013

Eterno Luis Alberto Spinetta




El 23 de Enero de 1950, en el barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires, nacía uno de los músicos más talentosos, creativos, coherentes, auténticos e importantes en la historia del rock, y no vamos a limitarlo sólo al rock en Argentina, ya que su trascendencia alguna vez (esperamos que no falte mucho) será reconocida y su nombre figurará entre los destacados en la música universal.
De rol preponderante en el nacimiento del rock nacional, el vuelo y la fuerza del Flaco en Almendra, el grupo que formó junto a Emilio del Guercio, Rodolfo García y Edelmiro Molinari, fueron un impulso imparable para hacer crecer aquel movimiento que nació grande a pesar de su destino. Luego de la disolución de Almendra tras dos magníficos álbumes, el Flaco formó bandas inolvidables como Pescado Rabioso, Invisible, Jade, para consolidar después una carrera solista que tiene muy poco parangón entre los locales: discos inevitables salieron de su genio, como Almendra I, Pescado 2, Kamikaze, Artaud, El Jardín de los Presentes, Bajo Belgrano, Para Los Árboles y muchos otros que sería tedioso enumerar, tedio que se vuelve más evidente ahora que él ya no está. Y es casi inútil buscar palabras y datos para definir a alguien que tantas palabras nos enseñó, que nos invadió con tanta poesía y nos abrió a tantos pensamientos. Y no tiene demasiado sentido intentar expresar lo inasible de su grandeza. Que nos baste con su obra.
El Flaco tocó prácticamente con todos los nombres de peso en la escena musical argentina, y por decirlo de alguna manera, los homenajeó y se homenajeó en Diciembre de 2009 con el imborrable show "Spinetta y Las Bandas Eternas" al cumplir cuarenta años de carrera, algo que visto en retrospectiva significó una vibrante despedida.
Luis Alberto Spinetta fue grande siempre, vivió, compuso, cantó y toco dignamente, con la misma inmensa dignidad con la que se fue, sin circo ni dramatismo, como él mismo dijo en una carta pocos días antes de partir. Siempre fue solidario, íntegro, honesto y coherente. Lo sigue siendo y seguirá siéndolo eternamente. Saber  eso es tal vez la única manera de tolerar su enorme ausencia, esta soledad lacerante que tan bien describió en sus comienzos en el Tema de Pototo.




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