lunes, 8 de diciembre de 2008

Free as a bird


El 8 de diciembre de 1980, John Lennon murió asesinado en la puerta del Edificio Dakota, su casa en New York. Es casi redundante a esta altura de la historia explicar quién fue John. Bastaría con decir que fundó The Beatles y este artículo terminaría aquí con justificación suficiente. Pero también es cierto que fue mucho más que eso, porque también fue quien, según sus propias palabras, disolvió a The Beatles, y a partir de ahí comenzó otra historia, su propia historia. Y, por esas cosas que a veces resultan inexplicables, comenzó a construirse una leyenda que encontró su broche ese 8 de Diciembre.
Ante todo, es imprescindible remarcar que John Lennon, independientemente de la estatura de mito que la historia ha creado a su alrededor, fue un hombre, como todos, pero con un enorme talento, con una inteligencia distintiva, inquieto como pocos, curioso y abierto a todas las experiencias, incluso a aquellas que resultaron negativas en su vida, precisamente porque fue un hombre como todos, con contradicciones, miedos, inseguridades, celos y errores. Y nada de esto empaña en lo más mínimo su obra, sino que la agiganta, porque para ser un creador tuvo que superar todos esos problemas personales.
Es posible que eso sea lo mejor que podamos hacer a la hora de recordar a John, saber que fue un hombre que contra todas las adversidades y errores de su vida (que fueron muchos y en algunos casos muy duros) tuvo la determinación de seguir adelante, de creer en su presente ciegamente y seguir ofreciendo su talento y su autenticidad.
Es por eso que en este 8 de diciembre somos conscientes de que el asesino le quitó al mundo el futuro de John, pero no pudo ni podrá borrar su obra, tanto en The Beatles como en su carrera solista, y eso lo que tenemos que recordar, lo mucho que nos entregó y lo bueno que hizo por el mundo a través de su trabajo. Una sola mano no puede detener los juegos de la mente. Un beso muy grande para John dondequiera que esté.
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