domingo, 8 de febrero de 2009

Hacen falta dos.


Muchos de ustedes saben que hacemos La Salamandra desde hace muchos años y que es la maravillosa manera que encontramos de unir dos pasiones: La música y la radio. La música era una de esas pasiones manifiestas, atemporales, que nos acompañaba desde la temprana adolescencia, cuando llenaba nuestro tiempo y nos hacía crecer, cuando era (en tanto arte) además de un placer para los sentidos, una cabal manifestación de principios. Era la música que en un mundo en general pacato y acartonado, reprimido e hipócrita, se erigía en bandera de nuestros ideales y de la forma que teníamos de expresar nuestra disconformidad con ciertos valores. Era lo que nos hacía sentir que había un cambio posible y que el vehículo eran las canciones y lo que sus letras expresaban. Y también era la época en la que en nuestro país, todo eso cobraba mucho más sentido que en el plano mundial. Represión y censura, autoritarismo y violencia eran un motivo para que esas banderas que nuestras canciones bordaban en cada nota flamearan con fuerza e intensamente, y forjaran lazos entre una generación que sabía, aún sin hablar, de qué iban las cosas. No viene a cuento ahora si todo eso dio resultado o no. Seguro es que algo en algún lado ha quedado, y hay algunas semillas que son capaces de esperar muchos años el momento oportuno para germinar.

Y la radio es la pasión que apareció más tarde. Tal vez estuviera agazapada ahí, como esas semillas. Tal vez haya sido que en aquellos años mencionados la radio y los wincofones eran la puerta de entrada a ese mundo musical y entonces se generó ese amor latente por el eter. La cuestión es que llegamos a la radio como muchas veces pasa en la vida con las cosas importantes: casi de casualidad, con mucho más miedo que seguridades y con más entusiasmo que experiencia. Y el producto se llamó "Yo soy la Morsa", y, aunque breve (apenas un año al aire y luego una secuela también algo escasa) aún sigue dándonos motivos de alegría y recuerdos muy agradables. Después (y para hacer corta la historia) derivó en La Salamandra, tal vez el primer programa de efemérides del rock (decimos tal vez, porque "La Morsa" también se dedicaba a las fechas), y que después de diez años nos sigue sorprendiendo, enseñando, emocionando y acercándonos más y más a ese maravilloso circo que es el buen rock'n'roll.

Y es por eso que esta entrada quiere hablar de la unión de dos pasiones que como resultado dan un programa de radio. Y resulta curioso que hagan falta dos personas para hacerlo, porque La Salamandra somos dos, cosa que puede entenderse también como la unión de dos pasiones, y jugando con las matemáticas y la lógica, tambíén es la unión del programa como entidad y los oyentes como ídem lo que genera la magia. O sea que siempre hay dos factores que se unen para lograr un chispazo, un momento mágico en el que la energía produce luz, los dos polos de la corriente, la música y la radio, la letra y la música, ustedes y nosotros, o bien nosotros dos. De otra manera no funcionaría. Como si se quemara un fusible: la corriente no pasaría.

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