sábado, 19 de septiembre de 2009

You've got to hide your love away

Cada uno nace en su tiempo y su momento. Para Brian Epstein su tiempo y su momento no parecían ser los más auspiciosos. Nacido en la preguerra, el 19 de Septiembre de 1934, en Liverpool, en medio de una sociedad en la que los rígidos principios victorianos eran más fuertes aún que la división entre católicos y protestantes, tuvo que luchar contra el prejuicio religioso incluso en épocas en las que los bombardeos alemanes moderaban en algo el antisemitismo imperante en algunos sectores.
Y al pasar el tiempo, la situación no fue mejor para el joven Brian. Un secreto que lo aterrorizaba se sumaba a la paranoia que su madre Queenie le inculcaba: su homosexualidad. La década era la del ‘50 y ciertos temas no tenían la aceptación que hoy tienen. Un fuerte sentimiento de inseguridad acompañó a Brian durante toda su vida. La sobreprotección de su madre contribuyó permanentemente a empeorar las cosas. A pesar de lo acomodado de su situación económica, la vocación del joven Epstein nunca fue muy definida. Después de muchas idas y venidas su tiempo y su momento llegaron. Recaló en NEMS (North End Music Store) en la sección de grabaciones, pequeña a su llegada, pero enormemente expandida al cabo de un año de trabajo. Brian parecía tener un misterioso don para elegir canciones de éxito. Por lo tanto, cuando alguien le preguntó por un disco llamado My Bonnie, Brian, que no lo conocía, se movilizó para averiguar quienes eran Los Beatles. Se enteró así de que el disco que le pedían era un simple grabado en Alemania por Tony Sheridan y el acompañamiento de los Beat Brothers -tal el nombre con que los Beatles habían grabado- y que además, actuaban a la vuelta de la esquina, a pocos metros de su tienda.

Así cerró el círculo. Brian Epstein asistió al show de Los Beatles en The Cavern y quedó fulminado por la fuerza de los cuatro muchachos sobre el escenario. Uno de ellos lo impactó especialmente. John Lennon generó en Brian una atracción magnética.
Los Beatles se convirtieron en una obsesión para él y se dedicó a ellos con tal esfuerzo que finalmente, luego de varios intentos fallidos, consiguió una audición en Parlophone (EMI) con George Martin. De ahí en adelante, la historia. El vértigo y la locura. La fama y el triunfo.
Pero la inseguridad de Brian nunca desapareció.
El hombre que llevó a Los Beatles al punto más alto de la popularidad y el éxito, jamás dejó de sentirse perseguido por el fantasma del fracaso. Siempre dudó de su papel, y cualquier pequeño traspié se convirtió para él en una catástrofe que parecía imposible de remontar.
Las imágenes de las giras lo muestran siempre nervioso, inquieto y pendiente de todo, como si todo lo estuviese acechando. Por otro lado, su no correspondido sentimiento por John era para él una sofocante angustia, un insalvable vacío apenas satisfecho por la obligada cercanía impuesta por las giras.
Pero un día, sin que nadie lo dijera, todos, John, George, Paul, Ringo y Brian, supieron que las giras llegaban a su fin. Brian comenzó a sentir que su papel junto a Los Beatles era incierto. Más aún, se preguntaba cual era su papel como manager de un grupo que ya no actuaba y cuyos contratos de grabación estaban definidos por mucho tiempo más.
Aterrado en lo personal y en lo profesional, las drogas y los somníferos nunca le alcanzaron para poder descansar, para sosegar tan sólo un momento sus pensamientos o su angustia. Sintió que no tenía nada por delante. Olvidó todo lo que tenía atrás.
Con Los Beatles en Bangor, un fin de semana lo sorprendió desesperado tratando de localizar por teléfono alguien que lo acompañase, pero la soledad no pudo quebrarse. Una sobredosis accidental de Carbitol, un componente de sus tabletas somníferas que se había acumulado en su organismo durante semanas, terminó con su vida.
Entre el 19 de septiembre de 1934 y el 27 de agosto de 1967 la llama del hombre que descubrió a Los Beatles y los hizo triunfar se apagó lentamente, consumida por la falta de todo aquello que el mundo entero creía que le sobraba. Escondiendo permanentemente sus sentimientos, Brian Epstein se llevó con él parte de la mística.
Los Beatles, entrevistados en Bangor e incomprensiblemente fríos en los reportajes, parecieron no comprender la magnitud de lo ocurrido. Sólo años más tarde rectificarían esa postura.
(El presente texto forma parte de "The Beatles - Dos de Nosotros" - Ester Vicente y Gustavo Ghisalberti- Buenos Aires - 1997)
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