viernes, 27 de agosto de 2010

El Concierto de la Azotea


"Miren muchachos: si un día nosotros pudimos escuchar por radio el canto de un gallo, debe existir la posibilidad de transmitir la voz humana. O la música. ¿Se imaginan qué grandioso sería?". Así les habló el Dr. Enrique Telémaco Susini a sus tres amigos estudiantes de medicina. Los "muchachos" eran Miguel Mujica (su sobrino), Luis Romero Carranza y César Guerrico.
El Dr. Susini era médico de la Armada Argentina. Al finalizar la Primera Guerra, en 1918, le es encargada la misión de estudiar en los frentes de batalla el efecto de los gases asfixiantes y paralizantes sobre las vías respiratorias. En esta misión, y en en las instalaciones del Ejército Francés, consigue algunos equipos de radio casi abandonados, con transmisores de 5 Kilowatts de potencia y poco uso, válvulas de rezago marca Pathé y algunas lámparas en buen estado. Vuelve a la Argentina con estos equipos, y algunos datos sobre sus investigaciones.
El y su grupo de amigos habían tenido alguna experiencias como radioaficionados, pero querían más, y con los equipos conseguidos en Francia se dieron a la tarea de intentar una transmisión de radio digna , y decidieron que ésta sería desde el Teatro Coliseo (en Buenos Aires), el 27 de Agosto de 1920. Se representaba "Parsifal" de Wagner.
Si bien el grupo estaba entusiasmado, el equipo era precario. El único micrófono que pudieron conseguir para tomar los ruidos del ambiente era uno para sordos, que fue ubicado en el paraíso del Coliseo. El transmisor se colocó en la azotea del edificio para que, según sus propias palabras, "vuelva a pelear como en la guerra".
Ese 27 de agosto todo estuvo listo: alambres para bobinas, transformadores y condensadores funcionaban como corresponde en los techos del teatro. La antena se colocó entre la cúpula de la casa de Charcas y Cerrito y la terraza del Coliseo.
Estando todo dispuesto y con voz engolada y con aires de locutor, Enrique Susini anunciaba: "Señoras y señores: la Sociedad Radio argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal, con la actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César, todos con la orquesta del teatro Constanzi de Roma, dirigida por el maestro Felix Weingarten".
La transmisión, si bien escuchada por pocos, fue un éxito. Desde ese día, las emisiones siguieron sin interrupción. Al día siguiente se transmitió "Aída", por la tarde nuevamente "Parsifal", a la noche "Iris". El lunes pasaron "Rigoletto", después "Manón" y actuaciones especiales de la compañía lírica del teatro municipal de Rio de Janeiro, y así sucesivamente. Ya no hubo forma de detener a la radio.
Susini definió al grupo diciendo "éramos médicos estudiosos de los efectos eléctricos en medicina, y también radioaficionados, lo suficientemente bien informados como para estar a la vanguardia. Pero básicamente éramos personas imaginativas amantes de la música y el teatro y por eso se nos ocurrió que este maravilloso invento podía llegar a ser el más extraordinario instrumento de difusión cultural".
Habían inventado un poderoso medio de comunicación que aún hoy, a 90 años de aquel fantástico momento, sigue superándose, adaptándose, venciendo tecnologías o sumándose exitosamente a ellas, y sigue siendo una de las más fieles e inseparables compañías del hombre. La radio es capaz de llegar donde otros no llegan, transmite palabra y reflexión, entretiene e informa, genera su propio lenguaje y conquista territorios que para otros medios son logros efímeros. La radio acompaña al que trabaja, al que descansa, al enfermo y al que estudia, reúne a la gente a su alrededor o abraza al solitario. La radio es la voz que elegimos para que en determinados momentos se escuche dentro nuestro. Y sin dudas, elegimos bien.
Por eso nuestro homenaje a "Los Locos de la Azotea", el Dr. Susini y sus amigos, que generaron la primera transmisión de radio con fines no bélicos y que abrió las puertas a este maravilloso medio. Y para completar el homenaje, les contamos que al grupo de Susini, lo acompañaba Adolfo Cirulli, que con 13 años de edad fue uno de los más eficaces colaboradores de las emisiones. No estaban definidos los roles aún, pero Cirulli fue el equivalente al operador, locutor, musicalizador y asistente, y tenía además, cada 15, 30 y 60 minutos la tarea de golpear sobre una lata de aceite vacía, para anunciar la hora oficial. Eso era pasión, ganas y deseo de hacer radio.

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