El 14 de Octubre de 2011 a las 21.12 (segundo más segundo menos), Eric Clapton hace su tranquila aparición en el escenario del estadio de River, con un buzo negro, jeans y zapatos náuticos y su Fender celeste en la que teje un pequeño riff que preanuncia el arranque de su show. Casi sin que pudiéramos darnos cuenta, los músicos de su banda (Steve Gadd en batería, Tim Carmon y Chris Stainton en teclados, Willie Weeks en bajo, Michelle John y Sharon White en coros) fueron apareciendo y se ubicaron en sus puestos. Así, calmadamente, Clapton abrió su show y con un escueto "good evening" se metió en los acordes de "Key to the Highway" en clave decididamente blusera y que sería el tono al que volvería toda la noche. 16 canciones que fueron encadenándose en andas de sus solos potentes e imaginativos, con un set en el que empuñó la acústica con la misma maestría con la que deslumbra en la eléctrica. Lo que siguió fue Tell the truth, Hoochie Coochie Man, Old Love (con un solo que cortó las respiraciones), I shot the Sheriff, Driftin, Nobody knows when you're down and out, Lay down Sally, When somebody thinks you're beautiful, Layla (en una versión sorprendente y renovada), Badge (con el que retomó lo totalmente eléctrico que había abandonado en Driftin), Wonderful tonight, Before you accuse me, Little Queen of Spades, Cocaine, y el bis con Crossroads, como para dejar sentado de dónde viene su música. Un par de "thank you" y una mención a Tim Carmon y otra a Chris Stainton fueron todo su parlamento, mostrando elocuentemente que no hace falta más cuando se despliega ese enorme talento en las seis cuerdas. Esta vez, a diferencia de su visita anterior, no hubo otra guitarra por lo que los teclados se alternaron con su guitarra en los solos. Steve Gadd, exacto y eficiente puso el lujo de sus tambores con enorme discreción y Willie Weeks estuvo preciso y contundente en el bajo. Los coros de Michelle John y Sharon White aportaron marco adecuado a la voz de Clapton, que parece no acusar en absoluto el paso del tiempo, o mejor aún, capitaliza cada año para cantar cada día mejor. Como suele pasar en shows de estadio, algún desfasaje de sonido no logró empañar la magia de Eric, magnético, hipnótico por momentos, inmenso a lo largo de las dos horas de actuación. Sólo fue competencia para él una espectacular luna que se alzó sobre la tribuna cabecera durante Wonderful Tonight, haciéndonos creer a muchos que su aparición estaba programada como parte del show.
Salimos del estadio quizás con ganas de más, como siempre sucede cuando lo que se recibe es bueno, lamentando que haya pasado tanto tiempo entre visita y visita, deseando que el show haya sido grabado para repetir la emoción, aunque sea desde la evocación.
Clapton sigue siendo Dios, y nosotros sus fieles, en una religión en la que nada tiene que ver la fé, y sí la justificada admiración.
(Foto: Marite Scanga)