El 23 de agosto de 1946, en Wellesden, Inglaterra nacía Keith Moon, un muchacho de una típica familia inglesa de postguerra que se crió escuchando discos de 78 y comedias radiales de la BBC y que muy pronto mostraría sus habilidades musicales como también un especial talento para la extroversión. Su primer grupo se llamaba Beachcombers, un intento de imitar el estilo de los Beach Boys que por aquellos días pegaban fuerte en los jóvenes, pero el manager de los High Numbers (un grupo en el que estaban Roger Daltrey, Petet Townshend y John Entwistle) lo llama para reemplazar al baterista que no encajaba en la banda. Nunca se imaginaría cuánto iba a encajar Keith Moon en ese grupo que en poco tiempo se llamaría The Who y en el que pudo canalizar toda su locura, pero a la vez, todo su talento. Muchos comparan a Keith Moon en The Who con el Brian Jones de The Rolling Stones: ambos aportaron mucho a sus grupos pero sólo pudo reconocerse cuando ya no estaban en las bandas, por situaciones casi análogas. Puede decirse que The Who creció enormemente cuando Keith Moon ya no estaba, pero todo el abono para ese crecimiento lo puso, en gran medida, Moon the Loon, como lo llamaban. A él se le debe, entre muchas otras locuras, el nombre de Led Zeppelin. Gran amigo de Ringo Starr y de John Lennon, la vida de Moon no fue fácil, pero porque él eligió que así fuera, en lugar de una cómoda vida de estrella aburguesada. En lo musical, un baterista con una energía e imaginación absolutamente insuperables, contagioso en el entusiasmo de forma tal que uno hasta se agotaba mirándolo tocar y prácticamente no entendía cómo hacía para llegar con tanta precisión a los golpes sobre los parches en medio de tanta extroversión. El baterista de The Who, el baterista de mi generación.