Robert Leroy Johnson nació en Hazlehurst, Mississippi, en el sur del Delta, el 8 de mayo de 1911, Sus padres fueron Julia Dodds y Noah Johnson. Fue el onceavo hermano en una familia negra, en una época y un país donde la segregación racial hacía que el futuro de un hombre de color se presentara muy difícil.
Sus primeros intereses musicales fueron el arpa y la armónica, que le atraían más que el colegio. Pronto encontró en un problema en la vista una excusa para abandonarlo en forma definitiva. Cerca de los diecinueve años, se interesó enormemente por la guitarra y en los clubes de la zona comenzó a estudiar el estilo de los diferentes guitarristas que se presentaban. Willie Brown, músico de cierta fama en la época trató de ayudarlo, enseñándole técnicas y secretos del instrumento. Así fue que Robert buscó perfeccionar su habilidad y destreza al tiempo que viajaba por el Delta del Mississippi, Canadá y hasta New York. En eso podría decirse que se le fue la vida, su corta vida que, como la de muchas figuras de la música, terminó a los veintisiete años.
En el mes de febrero de 1929 se casó con Viriginia Travis, pero este no sería un episodio feliz en su vida: el embarazo de Virginia terminaría trágicamente al fallecer en el parto ella y el bebé en Abril de 1930. Viriginia sólo contaba con dieciséis años.
La música sería el consuelo para este drama en la vida de Robert Johnson.
Un segundo casamiento, con Esther Lockwood, les daría un hijo, Robert “Junior” Lockwood, que también se dedicaría al blues.
Robert recorrió todo el sur de su país, y en esas circunstancias lo descubre Ernie Oertle, que lo vincula a un representante de una discográfica y de esta manera, en dos sesiones de grabación (una en un hotel de Texas y otra en Dallas) se registra toda la obra de Robert Johnson que nos quedó grabada. Once discos de 78 rpm publicados durante su vida y uno más conocido después de su muerte. Veintinueve canciones (alguna de ellas en más de una versión) totalizando cuarenta y dos pistas que han llegado hasta nuestros días.
En ellas podemos escuchar a Robert con una Gibson acústica semidestruida. Como todos los hechos de su vida, no hay ciencia cierta sobre el motivo de haber realizado las grabaciones de cara a un rincón en la pared; tal vez se debió a su timidez o simplemente al aprovechamiento de la acústica de la habitación.
En la vida de Robert Johnson ocupa un lugar fundamental la historia del pacto con el diablo, que él menciona en un par de sus canciones. La famosa “Crossroads Blues” narraría la historia de su encuentro con el diablo (perdón, David). Si bien no se refiere ningún pacto, el mito dice que Robert habría pactado con el demonio para obtener habilidad con la guitarra a cambio de ocho años de su vida. En “Me and the Devil Blues”, dice Robert: “temprano en la mañana/cuando llamaste a mi puerta/ yo dije: Hola Satán/es tiempo de partir”. Toda esta simbología, asociada al hecho de que en aquella época todo bluesman cabal debía tener una imagen de hombre misterioso y de peligro, hizo que en su círculo creciera con fuerza la idea de que efectivamente Robert había andado en negocios con el Príncipe de la Tinieblas.
La cuestión es que, pacto o no, este joven músico asombraba a quienes lo escuchaban y sorprendía a aquellos que lo conocían con un avance enorme en cada actuación.
Así, la leyenda de Robert Johnson se fue alimentando entre sus conocidos, llegando a atribuirle virtudes extraordinarias, como por ejemplo, repetir a la mañana siguiente nota por nota una canción escuchada en la radio luego de una noche de reunión entre muchas personas hablando sobre el sonido del aparato y con Jonson aparentemente no prestando atención a la emisión.
También estas habilidades y destrezas le ganaron mala reputación entre los maridos celosos que miraban con desconfianza la fascinación que el músico ejercía sobre las mujeres, y es por eso que se dice que cuando el diablo vino a cobrar su deuda el 16 de Agosto de 1938, fue un marido celoso el que envenenó su whisky, ocasionándole la muerte.
Un músico rodeado de misterio en su vida y de un nivel tal en su arte que su inspiración aún hoy alcanza a todos aquellos que empuñan una guitarra para cantar blues.
Siempre se creyó que sólo existían dos fotografías de Robert, hasta que en 2005 un experto en guitarras y blues en Estados Unidos descubrió en e-Bay una tercera del músico junto a su colega Johnny Shines. Esas tres únicas imágenes son las que ilustran esta entrada.
Sus primeros intereses musicales fueron el arpa y la armónica, que le atraían más que el colegio. Pronto encontró en un problema en la vista una excusa para abandonarlo en forma definitiva. Cerca de los diecinueve años, se interesó enormemente por la guitarra y en los clubes de la zona comenzó a estudiar el estilo de los diferentes guitarristas que se presentaban. Willie Brown, músico de cierta fama en la época trató de ayudarlo, enseñándole técnicas y secretos del instrumento. Así fue que Robert buscó perfeccionar su habilidad y destreza al tiempo que viajaba por el Delta del Mississippi, Canadá y hasta New York. En eso podría decirse que se le fue la vida, su corta vida que, como la de muchas figuras de la música, terminó a los veintisiete años.
En el mes de febrero de 1929 se casó con Viriginia Travis, pero este no sería un episodio feliz en su vida: el embarazo de Virginia terminaría trágicamente al fallecer en el parto ella y el bebé en Abril de 1930. Viriginia sólo contaba con dieciséis años.
La música sería el consuelo para este drama en la vida de Robert Johnson.
Un segundo casamiento, con Esther Lockwood, les daría un hijo, Robert “Junior” Lockwood, que también se dedicaría al blues.
Robert recorrió todo el sur de su país, y en esas circunstancias lo descubre Ernie Oertle, que lo vincula a un representante de una discográfica y de esta manera, en dos sesiones de grabación (una en un hotel de Texas y otra en Dallas) se registra toda la obra de Robert Johnson que nos quedó grabada. Once discos de 78 rpm publicados durante su vida y uno más conocido después de su muerte. Veintinueve canciones (alguna de ellas en más de una versión) totalizando cuarenta y dos pistas que han llegado hasta nuestros días.
En ellas podemos escuchar a Robert con una Gibson acústica semidestruida. Como todos los hechos de su vida, no hay ciencia cierta sobre el motivo de haber realizado las grabaciones de cara a un rincón en la pared; tal vez se debió a su timidez o simplemente al aprovechamiento de la acústica de la habitación.
En la vida de Robert Johnson ocupa un lugar fundamental la historia del pacto con el diablo, que él menciona en un par de sus canciones. La famosa “Crossroads Blues” narraría la historia de su encuentro con el diablo (perdón, David). Si bien no se refiere ningún pacto, el mito dice que Robert habría pactado con el demonio para obtener habilidad con la guitarra a cambio de ocho años de su vida. En “Me and the Devil Blues”, dice Robert: “temprano en la mañana/cuando llamaste a mi puerta/ yo dije: Hola Satán/es tiempo de partir”. Toda esta simbología, asociada al hecho de que en aquella época todo bluesman cabal debía tener una imagen de hombre misterioso y de peligro, hizo que en su círculo creciera con fuerza la idea de que efectivamente Robert había andado en negocios con el Príncipe de la Tinieblas.
La cuestión es que, pacto o no, este joven músico asombraba a quienes lo escuchaban y sorprendía a aquellos que lo conocían con un avance enorme en cada actuación.
Así, la leyenda de Robert Johnson se fue alimentando entre sus conocidos, llegando a atribuirle virtudes extraordinarias, como por ejemplo, repetir a la mañana siguiente nota por nota una canción escuchada en la radio luego de una noche de reunión entre muchas personas hablando sobre el sonido del aparato y con Jonson aparentemente no prestando atención a la emisión.
También estas habilidades y destrezas le ganaron mala reputación entre los maridos celosos que miraban con desconfianza la fascinación que el músico ejercía sobre las mujeres, y es por eso que se dice que cuando el diablo vino a cobrar su deuda el 16 de Agosto de 1938, fue un marido celoso el que envenenó su whisky, ocasionándole la muerte.
Un músico rodeado de misterio en su vida y de un nivel tal en su arte que su inspiración aún hoy alcanza a todos aquellos que empuñan una guitarra para cantar blues.
Siempre se creyó que sólo existían dos fotografías de Robert, hasta que en 2005 un experto en guitarras y blues en Estados Unidos descubrió en e-Bay una tercera del músico junto a su colega Johnny Shines. Esas tres únicas imágenes son las que ilustran esta entrada.